Lecturas y libros

Claves para ser un buen escritor y ganar premios literarios

como ganar un premio literarioEl camino fácil y más selecto para ganar un concurso literario es contar con fama de escritor, buenos contactos editoriales y cierta capacidad de intriga palaciega para promover la sensibilidad del Jurado.
Sin embargo, la inmensa mayoría de escritores noveles no cuenta con tales virtudes y sin embargo el secreto del éxito está a su alcance con unos sencillos pasos.
No quiero ser pretencioso, pero desde mi condición de lector compulsivo y con algún que otro galardón, me atrevo a exponer algunos trucos o consejos por si son de utilidad, todos ellos avalados por palabras de grandes escritores. Al menos no perjudican, y por supuesto, hay que tener presente aquello que decía Churchill de que no hace falta poner un huevo para juzgar una tortilla mejor que las gallinas. Sígame si le interesa, que expondré mis leales consejos.

1.- Escribir y leer son las armas de un buen escritor.
Pocos se consagran con su primera obra. Pocos nacen con talento espontáneo e infalible. Por eso, el escritor no nace sino que se hace. Para ello hay que leer mucho, y hay que emborronar (o más bien teclear) muchos textos. Es cierto que el primer relato o poesía llena de orgullo a su autor como un padre primerizo. Y sin embargo, con el tiempo y cuando se consolide y domine los secretos de la escritura, se reirá de aquellos primeros escarceos creativos. Además hay que documentarse porque al lector hay que guiarle y no puede sentirse engañado ni perdido.

Antes de empezar a escribir una obra tomo siempre abundantes notas de todos los libros, dramas, revistas o informes científicos. (Julio Verne)

Para escribir una buena novela hay que escribir antes varias docenas de novelas malas. (W. Somerset Maugham)

2.- Limpiar, fijar y da esplendor.
Ese es el lema de la Real Academia de la lengua española en su atención al idioma y debería ser la divisa que inspira a todo escritor novicio respecto de su obra. Todo texto es mejorable, en ortografía, léxico o en sintaxis. O en estructura narrativa o extensión. El texto hay que maquillarlo hasta la perfección. El escritor que se inicia debe tener la humildad de San Francisco de Asís.

Puede que escribir las palabras no te lleve mucho tiempo, pero encajar las piezas puede volverte loco. (Paul Auster)

3.- Someter la obra al juicio ajeno.
Todos somos indulgentes con nuestras obras. Es precisa la distancia y a poder ser, someterla al criterio de varias personas de distinta sensibilidad estética y emocional. También es importante que no sean íntimos amigos para que su juicio no sea compasivamente benévolo. Siempre se descubren ángulos de la obra cuando los ojos ajenos nos lo muestran. Hay frases que ayudan mucho: “Un poco lenta”, “palabras confusas”, “no se entiende el final”, “no acabo de ver el rostro del personaje principal”, etc. Y no se trata de dejar la propia voz para hacerse eco de la ajena, ni de seguir las críticas a pie juntillas, sino sencillamente de reflexionar sobre ellas y poder decidir con autonomía si hay algo que rectificar.

Los críticos son como centinelas en el gran ejército de las letras que se hallan estacionados en las esquinas de los periódicos y las revistas para echar el alto a todo escritor nuevo. (H.W. Longfellow)

4.- Dejarla reposar y volver a releerla.
Las buenas historias hay que rumiarlas. La obra elaborada y antes de ser divulgada requiere un paso por la “Cámara de enfriamiento” . Ir un poco mas allá de la “consulta con la almohada”. Hay que dejarla un tiempo y volver a releerla. El relato, la novela o el poema se ofrecerá a nuestros ojos con vida propia, e incluso seremos capaces de verla bajo distinto prisma. La obra no ha cambiado pero habremos cambiado nosotros y nuestro estado de ánimo y circunstancias respecto del que poseíamos al tiempo de escribirlas.

Si entendieras algo de música, sabrías que el mejor piano es el que ya ha sido tocado. (Cuando ruge la marabunta, 1954)

5. Un buen título y un buen final.
Se dice que a los cinco minutos se sabe si alguien podría enamorarse de la persona que acaba de conocer. Lo mismo sucede con las obras literarias. Tras las primeras líneas, fragmentos o capítulos, sabemos si la lectura es deliciosa o fatigosa, si engancha o aburre. Por eso desde el mismo comienzo hay que seducir al lector. Prometerle un buen rato. Lo único que permite asomarse al pozo de la felicidad de un libro es el título. No es una decisión baladí sino crucial.
¿Cree que hubieran tenido éxito estos libros si su autor hubiera conservado el título original? Barbacoa («El cartero siempre llama dos veces», James M.Cain), El corderito negro («Lo que el viento se llevó», Margaret Mitchell) o Un paciente judío inicia su análisis («El lamento de Portnoy», Philip Roth).
E igualmente los finales, como los buenos postres, son lo que deja el paladar agradecido y ganas de volver a idéntico ceremonial. Nada de callejones sin salida, ni desenlaces crípticos. No ayuda.

 ¿Qué lector crees tú que llega al segundo párrafo? (Primera Plana, 1974)

6. Una historia.
Algo que decir. Una obra literaria no es un ejercicio de psiconálisis, ni un reportaje periodístico ni una combinación de palabras rebuscadas. No. Un relato bellamente escrito pero sin historia consistente es como un bombón de licor: bello por fuera y amargo por dentro. Las obras literarias son la respuesta o traducción de una idea o historia y no a la inversa. Tampoco hay que pensar que toda la obra tiene que ser redonda y genial: basta con conseguir un par de momentos o fragmentos mágicos, que el lector lleve consigo y asocie con la obra.
historia premiada
Cada historia trae consigo su propia técnica. Lo importante es descubrirla. (Gabriel García Márquez)

7. Sea original.
Citas ajenas, las mínimas. Una cosa es inspirarse en un estilo o idea de obra literaria consagrada y otra muy distinta el plagio descarado. El corta y pega informático casa mal con la originalidad. Es cierto que todo escritor es hijo de su experiencia y sus lecturas y puede que la obra sea la voz inconsciente de algo leído, pero el toque de originalidad tiene que estar ahí. El germen de «La Vuelta al Mundo en Ochenta Días» nació de la lectura por Julio Verne de un anuncio turístico en un periódico.

Además, ser original no se improvisa.

Para ello, hay que darse tiempo frente al folio o pantalla en blanco. Mejor, recrearse en la historia mirando el horizonte y barajando posibilidades. La musa es remolona pero si llega, tarda en irse.
Tuve una idea para aplicar a John Silver…: tomar a un amigo mío…, privarle de sus mejores cualidades y de las gracias mas elevadas de su temperamento, dejarlo sin nada más que su fuerza, su valentía, su rapidez y sus magníficos rasgos de genio y expresar todo esto a través de la cultura de un rudo marinero. Esta cirugía psíquica creo que es una forma corriente de fabricar personajes y tal vez sea, en realidad, la única forma. (Robert L. Stevenson)
 
8- Olvidarse de políticas, fanatismos, casquería y excesos.
Nada de psicoanálisis ni onanismo intelectual. Al público lector le gusta que el autor fabule, juegue con las palabras y excite su imaginación. El lector no es tonto y le gusta «escuchar con sus ojos» y sacar sus conclusiones, no que se las dicten. No le gustan los panfletos ni las intoxicaciones ideológicas. Diríase que entre una novela sugerente y una novela agria hay la misma distancia que entre el erotismo y la pornografía.

Los pasajes narrativos tiene que ser vivos, ir directamente al grano, y no más largos de lo que sea necesario para explicar los motivos de los personajes, dejando claras y convincentes las situaciones en que ellos se hayan colocado. (W. Somerset Maugham).

9.- Participar en los Concursos y Premios.
Dentro de los miles de concursos que anualmente se celebran hay uno esperando por usted. ¿Finalista, galardonado, accésit?. No se trata de ir a los Premios Planeta, Adonais, ni similares. Hay infinidad de premios y concursos modestos, con premio modesto, y que quedan desiertos o con mínima concurrencia. ¿Qué puede perder?. La lotería solo le toca a quien juega. Si es valiente para poner negro sobre blanco su relato o poema, también lo será para enviarlo al certamen. No lamentará enviarlo y que no le premien pero sería lamentable que por no haberlo enviado hubiere perdido tan enorme respaldo a su creatividad.

La vida es como una caja de bombones, nunca sabes qué te va a tocar. (Forrest Gump)

10.- Esperanza.
Hay que tener confianza en la propia labor. Antes o después llegará el reconocimiento y si no llega, siempre nos quedará el manido consuelo de que Van Gogh no vendió un cuadro.
“Dublineses”, la colección de historias de James Joyce fue rechazada por veintidós editores antes de publicarse. También hay que recordar la prueba del afamado Jerzy Kosinsky que mecanografío su premiadísima obra «El pájaro pintado» y la presentó a varias editoriales, todas las cuales alegaron que no merecía la pena publicarse, incluso la editorial que ya lo había publicado.

 Lo más increíble de los milagros es que ocurren. (Gilbert K. Chesterton).

♣ Aquí tenéis un estupendo artículo desmitificando los Premios Literarios y el sistema de clientelismo y endogamia que suele prodigarse.

♥ Como contrapunto, un original y bello artículo elogiando las “trampas de los Premios”.

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