Lecturas y libros

Los libros son para el verano

images (75)Aunque muchos han leído durante el Estado de Alarma más que en varias vidas anteriores, eso no es razón para descuidar el placer de la lectura en el verano. Nada de lecturas plúmbeas, ni lecturas técnicas propias del trabajo, ni folletines frágiles en fondo y forma.

El verano pide algo más…

No fue fácil decidir que libros traerme de vacaciones al otro lado de mi residencia habitual, de Oviedo a Cartagena, sobre todo sabiendo que entre lo comprometido y lo realmente leído siempre aguarda un enorme trecho.

Me vino a la mente el consejo de la película “El turista accidental”(1988):

Siempre traiga un libro como protección contra extraños. Las revistas no duran, y los periódicos de otros lugares te recuerdan que no perteneces. Pero no tome más de un libro. Es un error común sobreestimar el tiempo libre potencial y, en consecuencia, sobrecargar. En los viajes, como en la mayoría de la vida, menos es invariablemente más»

Me hubiera gustado zambullirme en la lectura de los best-seller actuales:

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  • Biografía. “Crónica del Rey que apoyó a la República con sus malas compañías y hábitos”
  • Poesía. «La Divina Comedia del parlamento español».
  • Clásico. «En busca del tiempo perdido por la pandemia»
  • Cuento. «Las aventuras de Pinocho Trump».
  • Teatro: «La vida es sueño… pero ya toca despertar de la pesadilla»
  • Novela. «Lo que el coronavirus se llevó».
  • Ficción: “El extraño caso del ser humano que vivía sin google y las redes sociales”

Pero opté por ser realista, y afortunadamente vino en mi auxilio la tecnología, pues mi libro electrónico (¡ Sí, soy un converso o un traidor!) contiene varios centenares de obras que me permiten elegir a la carta la lectura apropiada para cada momento.

Eso sí, en formato papel me traje dos libritos. Por un lado, las “21 lecciones para el siglo XXI” del historiador Yuval Noah Harari (una maravilla de reflexiones que debería ser de lectura obligatoria para poder fijarse criterio en un mundo complejo y turbulento como el que nos ha tocado).

Captura de pantalla 2020-08-04 a las 15.47.08Por otro lado, «Jesús no dijo eso» de Bat D. Ehrman (Ed.Crítica), libro sumamente interesante pues sencillamente nos abre los ojos a la dificultad de conocer realmente las andanzas, tribulaciones y enseñanzas de Jesús (en su época la gente no sabía leer y el rumor, el elogio y la difamación eran incontrolables). El autor nos suministra el interesante dato de que en las mejores condiciones posibles la población del Imperio romano era analfabeta en el 90%, y que en Egipto se distinguían los “lectores” y “los escritores” pues eran más los que sabían leer que la élite que sabía escribir; con ello, demuestra la fragilidad de la Biblia en cuanto el Nuevo Testamento no es tan fiel, inmutable y consistente como creíamos, dada la existencia de las versiones hebrea, griega y romana del nuevo testamento, que procedían de relatos orales, sometidos a su vez a censores interesados según confesiones o intereses, y con añadidos de copistas, tanto antiguos como medievales (unos involuntarios y otros intencionales), desembocando en versiones oficiales que son alzadas sobre votos o sobre decisiones del jerarca religioso de turno.

Pero me llama la atención el siguiente fragmento, que comparto:

En el mundo antiguo, “leer” un libro no significa usualmente leerlo uno mismo; significaba leerlo en voz alta a otros. Alguien podía decir que había leído un libro cuando en realidad, lo que había hecho era escuchárselo a otros.”

Este planteamiento me resulta llamativo e interesante. Me hace pensar en la belleza de la lectura en voz alta de un libro, que al que lo lee le permite captar todas las dimensiones de la palabra, la hace resonar y facilita aquilatar su significado. Y al que lo escucha, le llegan los sonidos cargados de sentido con arreglo al ritmo de la comunicación del lector. Es cierto que la lectura íntima, personal y en silencio, hace que el lector sea el dueño de la obra y administra su cadencia e impacto. Sin embargo, la lectura compartida creo que tiene un valor añadido; al menos cuando les leo cuentos a mis niños de 10 y 12 años, me permite tenerlos atentos a mis palabras con sonido modulado y mis interpolaciones de ocurrencias e improvisaciones. Un acto íntimo, doméstico y delicioso.

images (76)Así y todo, aunque en mi pasado gana por goleada la lectura personal, para sí, si hoy día un párrafo me llama la atención sobremanera, mi modo de subrayarlo y sembrarlo en el cerebro es releerlo en voz alta para captarlo en toda su dimensión como quien saborea un buen vino jugueteando con él en el paladar.

El problema es que parece que corren tiempos en que no es frecuente leer, menos frecuente comentar los libros leídos como hacemos con las películas, e insólito leer para otros. Por eso, aunque soy una especie a extinguir, ahí me llevo a la playa mi libro en papel.

Sí, yo soy ese tipo raro y colorado por el sol que mientras otros chapotean está ensimismado en eso que llaman libros.

Y es que, entre baño y baño, entre rayos de sol y paseos por la arena, bien vienen unos minutos de encuentro con ese autor oculto en el papel que me brinda el privilegio de escuchar su historia o de enseñarme lo que sabe.

¡ A su salud, amables lectores! Disfruten como quieran, leyendo o sin leer, pero disfrutando del placer de estar vivos y relajados…

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