Lecturas y libros

Una librería de viejo con buena salud y fascinante atractivo: la madrileña Gaztambide

libros GaztambideMe he quedado asombrado al pasear por Madrid y observar dos expositores en la acera, repletos de libros outlet, donde un cartel bien visible avisaba; “Este mes usted pone los precios de estos libros”.

O sea, hemos llegado al punto en que el librero honesto, que ama los libros, que cree que es mejor regalar un libro que tirarlo, que piensa que la cultura tiene un valor, decide confiar en el cliente y cumple el sueño de todo consumidor: fijar el precio.

No hay trampa ni cartón. No hay letra pequeña. No hay señuelo de regalo bajo una venta obligatoria. No. Son dos expositores que ofrecen libros clásicos, de aventuras, de ensayo, de teatro o poesía que aguardan en el expositor como el Lázaro bíblico, esperando que alguien pase y diga aquello de “Levántate, y anda”.

Sin embargo, los viandantes van acelerados. Con mucha atención a los móviles y el mas avisado mira con recelo el cartel y sigue su paso. A su lado, la librería Gaztambide sita en Chamberí sigue esperando el lector curioso, el que sigue disfrutando de respirar libros, el que no desaprovecha la ocasión para pasearse por esos bosques de cultura.libreria gazambide

1. En el interior del establecimiento aguarda un librero de la vieja escuela, de los que tienen la palabra amable a flor de piel pero que saben hacerse invisibles para no molestar al cliente. En la librería Gaztambide el cliente es dueño y señor de pasillos y estanterías, libre de hojear libros o detenerse a pensar, sin sentir el aliento en la nuca del vendedor que atosiga.

Libertad y cultura. La Librería Gaztambide es un oasis de cultura y paz. O mas bien dos, porque tiene dos sedes próximas. Una dedicada a libros modernos, didácticos y escolares (Gaztambide, 6), y otra dedicada primordialmente a libros de viejo (C/ Meléndez Valdés,52), ambas en Chamberí, aunque la planta baja de esta última se dedica a la Editorial Amarante, caracterizada paradójicamente por su modernidad y apertura hacia nuevos autores y lectores del siglo XXI).

2. Los que hemos sido criados en tiempos en que los libros eran un bien escaso y  que hemos releído los mismos libros hasta desgastarlos, no podemos pasar de largo ante una librería donde los libros se ofrecen como flores dispuestas a ser cortadas por quien sepa disfrutar del perfume.

Gaztambide, la librería de ocasión
Gaztambide, la librería de ocasión

En ese océano bibliográfico aguardan sorpresas y valiosos hallazgos: ese libro raro o descatalogado que buscamos; el libro que en el pasado nos maravilló y hemos perdido; el libro que en su día nos parecía caro y ahora se nos ofrece por precio ridículo; esos libros que no sabíamos que existiesen pero que dan respuesta a cosas que nos gustaría saber… Libros nuevos, seminuevos, libros de todo y para todos.

Son libros como los legionarios a los que no se cuestiona su valor pero no se pregunta su origen: restos de edición, libros vendidos con dolor por la crisis económica, la biblioteca que atesoraba el abuelo, el deseo del jubilado de que sus libros sigan en activo, tesoros bibliográficos ofertados por coleccionistas…

El local es atractivo pero no puede evitarse la melancolía. Lejos quedan los tiempos en que los libros eran tesoros preciados de conocimiento, donde piratas, aventureros, el ruín Fagin y el pobre Oliver Twist, el capitán Acab persiguiendo la ballena o tantas otras otras novelas eran un pasaporte para la aventura. En la librería, pasar la vista o los dedos por los lomos de los libros es un viaje al pasado, aunque hay libros atemporales e incluso libros recientes cuyo recorrido con el primer dueño fue truncado.

Tanto libro huérfano, tanto libro deseando ser adoptado, tanta sabiduría enterrada me provoca pena. El guardián o mas bien pastor de este rebaño es un tal Cristóbal. Un librero que conoce su oficio al dedillo; persona tremendamente afable, cercana en el trato y generosa con el cliente. Mira directamente a los ojos, sonríe con hospitalidad y facilita información sin agobiar. Él es el responsable de la idea de ofrecer dos expositores repletos de libros al precio que el cliente estime. Mucha experiencia y sabiduría, con deliciosas gotas de humor y campechanía… ¿Qué mas se puede pedir a un comerciante?

Ya me gustaría que algunos restaurantes siguieran esa estela y los clientes pudieran pagar lo que considerasen oportuno de determinados productos. O que pudieran examinar al gusto los productos y negociar el precio con el tendero, con naturalidad y sin tensiones.

Librería Gaztambide, la moderna
Librería Gaztambide, la moderna

3. Son librerías que no pueden faltar. No olvidemos que la mente avanza como los carros, haciendo girar las ruedas de las neuronas por los senderos de las palabras. Si no hay palabras escritas no hay reto para la imaginación, no hay esfuerzo de representación y comprensión, no se aprende a hilvanar historias y concebir situaciones, emociones o conceptos. Sin lectura, la imaginación se aletarga y acaba oxidándose. Sin lectura no hay viaje gratuito a otros mundos y experiencias.

El resultado es la pérdida de potencialidades mentales sin cuento. Como se hizo eco un artículo periodístico reciente de un trabajo de investigación de la Universidad de Cambridge sobre niños de media de quince años: “aquellos que dedicaban más tiempo a actividades como la lectura o las tareas de la escuela, en lugar de utilizar las pantallas, obtenían mejores puntuaciones en los exámenes. Alcanzaban un promedio de 23,1 puntos más que sus contrarios. A los expertos no les extrañan estas conclusiones. En palabras de Silvia Álava, especialista del Colegio de Psicólogos de Madrid, todo se explica a través de la atención sostenida. En el caso de los niños que están centrados en las pantallas, «el proceso de atención sostenida la ejecuta el aparato, a través de los movimientos, los estímulos visuales y auditivos. Los niños no tienen que hacer nada». Sin embargo, es importante que aprendan y maduren este proceso, fundamental para «tener la capacidad de prestar atención y mantenerla mientras leen un libro o atienden a las explicaciones de un profesor».

El problema es que los niños y adolescentes optan por lo inmediato, lo visual y lo práctico. Y los padres acabamos arrojando la toalla, bien para conseguir la paz social o bien por  el cómodo y débil argumento de «todos lo hacen». No puede olvidarse que un móvil o una maquinita ofrece entretenimiento pero no forma. No puede confundirse un «pasatiempo» en un «pudretiempo». La práctica crea hábito a esos juegos y pantallas, con la correlativa deshabituación a la lectura.librería de viejo

Y se pasa de ser alguien con los ojos de la mente bien abiertos a un consumidor de productos mecanizados. Se pasa de la comida casera de los libros en papel al MacDonalds de los libros digitales (que al fin y al cabo algunas ventajas ofrece) pero el peligro acecha si se pasa a la comida basura de la pantallita del móvil donde todo lo que se lee son whastapp, con mensajes tópicos, vacíos, epilépticos, que huyen de la sintaxis y que sacrifican la calidad del mensaje a la rapidez de la frivolidad.

4. La situación actual me recuerda la vieja novela de ciencia ficción de Ray Bradbury, “Farehehit 451” (que seguramente también yace en la librería Gaztambide a precio de saldo) en que los 451 grados representan la temperatura de combustión del papel, de manera que la trama tiene lugar en un mundo futuro donde los libros se ven como peligrosos porque hacen que las personas piensen, critiquen y cuestionen, y por eso existe un cuerpo de policía o bomberos que procede a su detección y quemado. Los lectores delincuentes y los bárbaros iletrados son policías. La situación lleva a que un puñado de ciudadanos que conocen el valor de los libros, su aportación cultural, como testimonio del pasado y esperanza para el futuro, comiencen a aprender a recitar los libros de memoria pues la mente no deja huella como el papel ni pueden quemarse las neuronas.fahrenheit 451

Y es que el resultado equivalente a la temperatura de Farenheit 451 parece haberlo conseguido internet, los smarthphone, tablets y la culturas visual.

Los libros pronto serán como los dinosaurios y sus lectores serán raros especímenes. Basta mirar una sala de espera de un aeropuerto para comprobar que por cada libro o revista que se lee hay treinta personas mirando obsesivamente el móvil.

Y si cambian los hábitos culturales, algo cambiará en la mente y algo cambiará en nuestra especie. No sé si será mejor o peor, pero en principio todo lo que no se usa se atrofia, e insisto en que es una pena que la imaginación no se ejercite, como lo es que no se aproveche para viajar a otros lugares y se vivan otros emociones con el sencillo truco de leer unas palabras y dejar libertad a nuestra mente.

Mientras llega ese momento, seguiré visitando la librería Gaztambide (o comprándole libros por internet, con un sencillo buscador, que lo cortés no quita lo tecnológicamente conveniente), como quien visita con placer el Museo Británico o el Partenón. Allí estará Cristóbal atento y sonriente, como el último guardián de ese tesoro que son los libros.

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