Claves para ser feliz

Cuando el deporte se convierte en obsesión

deporte obsesivoAlberto Contador, el ciclista profesional, a sus 32 años nos demuestra su visión de la vida en una entrevista donde declara algo tan impresionante como “Me voy porque quiero vivir la vida”. Una frase sencilla con una gran carga de profundidad, por venir de quien viene.1. La perla de respuesta de tan gran ciclista, que invita a reflexionar es esta:

Yo tengo pasión por la bici, pero también tengo pasión por vivir, por hacer cantidad de cosas a las que he renunciado. Quiero vivir la vida. Me gusta aprovechar cada momento como si fuera el último.”

También es llamativa esta otra:

Soy muy afortunado por muchas cosas, pero lo que más, por la gente que tengo a mi alrededor. Mi familia y mis amigos siempre han estado a mi lado de manera incondicional. Son cosas que no tienen precio, lo valoro muchísimo y me hacen la vida más sencilla.”

2. Ambos mensajes son valiosísimos y bien harían bien en hacernos reflexionar. E incluso pueden aplicarse al campo del trabajo compulsivo, cuando se convierte en adicción estresante.

3. En el caso del deporte es innegable que presta servicio a la salud y al bienestar personal. Sin embargo, cuando se realiza compulsivamente, cuando se convierte en una obligación, cuando se sacrifica la vida social por cultivar el músculo, los beneficios se evaporan puesto que se comete el craso error de vivir para el deporte en vez de hacer deporte para vivir.

greciaLa dedicación ilusionante y regular al deporte es digna de aplauso y ánimo. En la infancia y adolescencia es obligado porque proporciona disciplina, mejora la autoestima y promueve el desarrollo corporal equilibrado.

El problema sobreviene cuando lo que era una afición o deporte se cambia en esclavitud. Cuando deja de divertirse con la afición y somos los únicos que no vemos en qué nos hemos convertido.

Al igual que según el pensamiento zen es difícil saber cuando un grupo de árboles se convierte en bosque, es también difícil saber en qué momento se pasó el Rubicón del deporte sano hacia el deporte tóxico.

En esa situación, en que pensamiento, obra y metas giran en torno al deporte, resulta dificilísimo ser consciente de que ya no gobernamos nuestro propio destino sino que hay alguien o algo que maneja el timón de nuestras vidas. A veces son terceras personas, posiblemente bienintencionadas, nos llevan a terrenos sin retorno (otros deportistas, público, entrenadores, negociadores, periodistas o la familia); y otras veces la silenciosa llamada cual sirenas de Ulises, de los aparatos de gimnasia, de las pistas de carrera, de las canchas deportivas…

4. No se trata del caso del culturismo en que en los casos extremos, la competencia del aspecto estético ante el espejo lleva a prácticas de entrenamiento enfermizo y reiterado, y a tomar anabolizantes y sustancias, haciendo trampas.

vigorexiaSe trata del deporte en general. He conocido casos de buenísimos ajedrecistas que convirtieron la afición en un sacerdocio y en una guerra, a la que sacrificaron sus energías, tiempo y dinero. Al final, algunos incluso abandonaron sus estudios, y a la vuelta de la esquina de una decena de años ahí están con el tablero bajo el brazo, con una visión estrecha del mundo y preguntándose qué se han perdido, o como diría Sabina ¿quién me ha quitado el mes de abril?. Y quien dice ajedrecistas, dice nadadores, levantadores de pesas, atletas, ciclistas o aprendices de mago. Que de todo hay.

5. En ocasiones me tropiezo a la hora de desayunar en hoteles o cafeterías con personas ya adultas, que rondando los cincuenta años, me confiesan orgullosas ( y yo diría que demacradas, pero me cuido de decírselo) que se levantan a las cinco de la mañana para correr decenas de kilómetros, y dedican la tarde a hacer sentadillas en el gimnasio u otra tortura corporal.

Esa conducta resulta admirable (¡ojo! no es lo mismo que envidiable) aunque tengo la íntima convicción de que el mismo resultado puede obtenerse sin forzar el sueño y los horarios y, además de una dieta sencilla, dedicando tan solo treinta minutos diarios a suaves ejercicios para para mantener a raya la diabetes, el colesterol y la presión arterial.

6. Lo triste es que, por desgracia, cada vez me entero de fallecimientos de mas personas adultas (crisis cardíacas, muerte súbita, etc) y por macabra ironía de la vida (o de la muerte) resulta que se ceba en alguien que llevaba una vida modélica en cuanto a deporte diario e intenso. Por supuesto que ni es la regla general ni pretendo demonizar el deporte, sino solamente evidenciar que el exceso de deporte (especialmente cuando se ignora que el cuerpo humano tiene una respuesta y límites para cada edad) no garantiza la longevidad ni las sorpresas sanitarias.

7. También he conocido personas que solo hablan del deporte (de “su” deporte), que llevan una contabilidad rigurosa de sus proezas y que son “zombis deportivos” que han perdido amigos, tienen a sus familiares preocupados, sus parejas les abandonan, sus apartamentos se han reconvertido en gimnasios con “síndrome de Diógenes”.

Da tristeza verles así, y entonces es cuando solo caben dos caminos: o un psicoterapeuta hábil o el peso de los amigos o parejas que consigan, con gran esfuerzo y tesón, convencerte y lograr recuperarte a ti mismo. A veces es difícil ir contracorriente pero no puede zanjarse la cuestión con aquello de “es mayor de edad” o “si el disfruta, allá él”, porque insisto, todos sabemos lo que es deporte patológico y tenemos el deber de hacer algo.

Y sobre todo recordemos la idea que late en la frase de Contador con que arrancamos: ¡hay que vivir la vida!.

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