Hábitos saludables

El secreto de una buena siesta: beneficios, consejos y curiosidades

La siesta es un placer gratuito, sano y de beneficios instantáneos, pero tiene sus reglas

siesta picapiedraLas personas podrían dividirse entre los que son partidarios de echar una siesta o cabezadita y los que se niegan radicalmente a ello. El escritor Camilo José Cela lo llamaba el «yoga ibérico» por la afición española a tal práctica, propia de los países mediterráneos, aunque los mexicanos lo han convertido en un arte por aquello del calor, los indios en fuente de meditación y los japoneses en terapia para combatir el frenesí.

Ello sin olvidar que mirando hacia la historia, los romanos practicaban tan sano y breve descando; de hecho el origen de la palabra «siesta» viene del latín pues se realizaba a la hora «sexta» (marcaba el mediodía: de 11:00 a 12:00 horas).

La siesta es oro puro: regeneración física y mental gratuita y rápida. ¿Quién da más?. Es un oasis en un contexto de tensiones sociales, laborales y mentales. Una tregua con la vida activa. Y ayuda a tomar decisiones «en fresco»: no en vano, Edison, Einstein o Napoleón no perdonaban la breve siesta antes de afrontar grandes decisiones.

Por algo Microsoft, Apple y Google permiten a sus empleados disfrutar de una breve siesta reparadora.

Pero veamos las grandes ventajas de una siesta, y las condiciones que tiene que tener para obtenerlas.

1. Veamos las ventajas.

– Se recupera el sueño perdido durante la noche.

– Repone fuerzas tras el cansancio físico.

– Se mejora el rendimiento laboral o deportivo.

– Se desconecta de tensiones y preocupaciones. Disipa el estrés.

– Se recupera el optimismo y actitud refrescante con enriquecimiento de la capacidad de concentración.

– Aumenta la creatividad (lo de «consultar los problemas con la almohada» puede trasladarse a «consultar los problemas tras sestear en el sofá»).

– Se cargan las baterías cuando se aproxima una noche desvelada de estudio o trabajo.

– Se mejora el proceso digestivo ya que el organismo solo se ocupa de ello al poder dedicar toda la sangre a la labor.

– Se mejora el humor.

La NASA (Agencia Espacial Americana) llevó a cabo experimentos con sus pilotos de largo recorrido, comprobando que aquéllos que tomaban pequeñas siestas incrementaban su rendimiento y estado de alerta, con la consiguiente mayor seguridad y eficacia. Y no digamos el beneficio de una leve siesta cuando se está conduciendo por largo tiempo, en que hay que buscar un área de descanso o aparcamiento y reponer fuerzas.

En suma, otra conducta natural que libera endorfinas y proporciona grandes beneficios.

2. Sin embargo los beneficios de una «siesta» son innegables se cumplen algunas pautas.

1. El momento. Lo adecuado es cuando el nivel de energía baja, o sea, tras una agotadora mañana de trabajo o actividad. Además, tras el almuerzo, la sangre acude al estómago y propicia el adormecimiento.

En cuanto a horario, suele decirse que entre las 14 y las 16 horas ya que aumenta la melatonina en ese tiempo y la energía decrece. Tampoco es conveniente dentro de las tres horas antes de acostarse porque el sueño nocturno se descoloca, al ser de rutinas.

2. Su duración. No debe exceder el lapso comprendido entre diez y veinte minutos. Se trata de descansar y no de «entrar en coma».

Hay que recordar que el sueño completo atraviesa por varias etapas que van del sueño ligero hasta el sueño profundo o REM (se sueña, la respiración se altera y los ojos se mueven con rapidez). La siesta idónea debe ser la que dura la fase de despegue del ciclo completo del sueño (una hora y media dura este), de manera que si la siesta se extiende hasta la media hora, superando la fase de sueño liviano o despegue, se produce la inercia del sueño con riesgo de despertar con sensación molesta y sentirse somnoliento después.

tiempo siestaO sea, la siesta debe ser o muy corta (entre diez y veinte minutos) o muy larga (hora y media, para completar un ciclo REM), para evitar efectos contraproducentes. Como el juego de naipes de las siete y media: ni quedarse corto ni pasarse.

Para la NASA, cuya precisión de tiempos es finísima para el éxito de viajes cósmicos la duración exacta recomendable de la «siesta» es de 26 minutos.

Para ello, no está de más contar con la alarma de un reloj hasta que el «reloj biológico» se acostumbre a la » cabezadita».

3. Acomodarse. Una «siesta» no requiere cama ni orinal. Un sofá suele ser lo más popular: sentado o tumbado, al gusto.

Hay que crear las condiciones para que algo placentero no se convierta en molesto. En particular, durante el sueño la temperatura corporal baja por lo que conviene antes de sestear arroparse o buscar un lugar cálido, no vaya a ser, que nos despertemos por el frío o tiritando. También hay que apagar el móvil: si la siesta durará poco tiempo no puede estropearla una llamada o mensaje inoportuno.

siesta con equipoIncluso si la hora de la siesta sobreviene fuera del «territorio doméstico» se ha inventado la almohada-avestruz que proporciona la comodidad que la cabeza necesita para entregarse al breve sueño.

4. Rumor de fondo. Dotarse de un «ruido de fondo» que sin estridencias, cumpla el papel de telón de bajo nivel: música, televisor, etc.

5. Luminosidad. Ha de reinar una leve oscuridad porque el organismo ante fuente de luz, natural o artificial, tiende a mantenerse alerta.

6. Periodicidad. Hay que procurar utilizarla por sistema y de la misma duración. El cuerpo humano y el cerebro se ajustan a las rutinas y automatizan las respuestas.

7. Ingesta. Una comida copiosa suele llevar a la somnolencia y sueño profundo pero al no ser lo habitual confunde al organismo y puede llevarle a siestas prolongadas y poco reparadoras. En cambio, suele recomendarse tomar una taza de café antes de la siesta ya que la cafeína tarda unos veinte minutos en hacer efecto, con lo que se garantiza el despertar tras ese tiempo y alerta.

8. Pensamientos. Nada de cerrar los ojos y pensar en problemas laborales, familiares o económicos. La siesta durará poco y es para descansar, así qye hay que relajarse con pensamientos simples o ensoñaciones placenteras.

En definitiva, no hay que sentirse culpable por tomar una siesta: ni perezoso, ni vago. Al fin y al cabo, la mayoría de los mamíferos la hacen, y dentro de los seres humanos, los niños y los ancianos son los más aficionados si se dejan llevar «por lo que les pide el cuerpo».

Es más, el ciclo natural del día se corresponde con el llamado «ciclo circadiano» del cuerpo humano (el reloj biológico natural) que lleva a experimentar hacia la mitad de la jornada despierto, un paréntesis de leve somnolencia o » ralentí» que reclama el aporte de una siesta.
Por eso, por no tomarla habría que sentirse imprudente, pues imprudente es quien rechaza algo beneficioso que se presenta fácil, gratuito y legal.

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