Claves para ser feliz

El privilegio de envejecer

He cumplido años, o sea, lo que parafraseando al Quijote sucede “en un tiempo de mi vida, de cuya suma no quiero acordarme”.

 No hay edad perfecta, pues siempre nos sentimos insatisfechos o mejorables. La alegría adolescente de “ser mayor” se convierte en tristeza de adulto que quisiera “ser menor”. En esta madurez madura, los cumpleaños se suceden con mayor vértigo, la vuelta a la esquina de otra década más se acelera, y el nuevo año que se abre es un cheque en blanco que tenemos dificultades para rellenar con cosas nuevas, ilusiones o metas.

  Sutilmente sustituimos el “vivir” por el “sobrevivir” y pronto vendrá solamente el “revivir” con la memoria, si es que ésta se mantiene activa.

  Cumplir años tiene de bueno el saber que hay amigos y familiares que se acuerdan de ti (se facilita su noticia del evento gracias a Facebook y otras redes sociales, o los chivatazos de familiares e íntimos). Incluso los allegados te hacen regalos que te ilusionan por sentir su ilusión en hacértelos y porque te resulta gratificante sentir que significas algo para alguien.

  Pero creo que lo mejor de cumplir años (aparte de la obviedad de estar vivo, lo que es mucho con los tiempos que corren para todos) son los propósitos, si es que se hacen. Parece que cada año que se cumple brinda la oportunidad, similar a la del año que se inicia el 1 de enero, de reflexionar unos instantes (alguien decía que los cumpleaños son «años nuevos personalizados«). Es como llegar a la cima de la montaña: miras lo que has hecho para llegar ahí… y te preguntas como bajar entero.

Seamos sinceros. Ese balance de la edad tardía, no da para muchas alegrías. Con la edad te das cuenta de cosas que te inquietan: no disfrutas los tebeos de la infancia que te parecían maravillosos; dispones ahora de más películas, libros y música que tiempo para percibirlos; te convences de que por mucho que te esfuerces ese idioma jamás lo dominarás; aceptas que lo de la gimnasia era fácil cuando el cuerpo joven acompañaba pero se convierte en tortura inútil; te percatas que cada vez parecen más empinadas las escaleras y más huesos te recuerdan que están ahí según te mueves; ves que el tiempo no perdona a tus hijos y ya castiga a tus padres; y lo peor, que muchos de los compañeros, amigos o allegados de tus vidas o etapas pasadas no volverás a verlos…Ciertamente, envejecer es un privilegio que no todos tienen. Creo que el actor Michael Caine confesaba al cumplir 85 años, que «envejecer no está mal, considerando la alternativa».

En cuanto a propósitos, debo reconocer que soy reincidente en mis infantiles “juramentos hipócritas”, o sea, más deporte, menos engorde, más lectura, menos enfrascarme en áridas cuestiones laborales, dejar de escribir y teclear en demasía, evitar compromisos “por compromiso” y atender más compromisos “por fidelidad”, primar familia sobre otras “filias”, más creatividad y menos rutina, etcétera.

 Pero hacer propósitos no cuesta, especialmente sabiendo que cuando se agote ese año adicional, nadie me obligará a hacer balance sino que posiblemente me engañaré renovando los votos de esos compromisos. Sin embargo, por ley de vida, cada año estaremos igual o peor que el anterior y habrá que ser más realista con los propósitos, hasta que llegue un día de cumpleaños en que el propósito sea cumplir otro día, con escasa ilusión. Bellamente lo expresó Ovidio en su Metamorfosis: « Le pidió a dios vivir tantos años como granos contuviera un puñado de polvo, pero se olvidó de pedir años juveniles»

Por si fuera poco, cuando se pasa la barrera del medio siglo, cada año adicional pierde precisión y hay momentos en que te preguntas qué edad tienes realmente. También te das cuenta que ese día en que cumples años tampoco tiene la respuesta para las grandes cuestiones de la vida que te han preocupado, y lo peor es que quizá el próximo tampoco.

Así que mas que contar años que acumulo, contaré los que me quedan. Mejor, seguiré contando las calorías, los kilogramos, los nombres que no recuerdo, los amigos que me quedan, los libros que he leído y los que me quedan por leer, o las películas que tengo en perspectiva, pero y sobre todo, contaré vivencias. Muchas cuentas y muchos cuentos. Pero más que contar años, hay que contar experiencias, sensaciones y reflexiones, lo que se ha vivido. Lo realmente triste es contar años de vida no vivida.

Quizá la clave está en considerar cada día como un cumpleaños, como algo especial, porque especial es cada día que no volverá a ser vivido.

Así que a partir de ahora, en vez de celebrar los años cumplidos, celebraré cuando cumpla 35.000 días de existencia, que es una cifra más redonda y lejana, que espaciará la próxima fiesta. Y me comprometo con todos los lectores que se acuerden de felicitarme por entonces, que les invitaré de buen grado a un buen agasajo…pero no se olviden de mi regalo.

NOTA.- Es curioso que hace cuatro años, comenté mis mis divagaciones del cumpleaños de entonces, que no recordaba, y afortunadamente el telón de fondo se el mismo, y no he cambiado tanto. Algo es algo.

 

3 comentarios

  1. Puede que solo seamos una persona para el mundo. Pero un tal Jose Ramón Chaves García es un mundo para muchas personas.

    Por eso, no cumple años,… cumple vidas. Por eso es como las buenas costumbres…que no tienen edad y simplemente están siempre. Por eso es…de hoja perenne. Por eso como esa semilla, escondida en el corazón de una manzana, es un huerto invisible -proverbio galés-. Por eso es bosque lleno de árboles que hace dialogar tierra -raíces- con cielo -ramas-, regala frutos y da cobijo.

    Como observador celoso de la cotidianeidad señala senderos para no perderte y llegar seguros a mañanas. Como controlador atento de estrellas fugaces las descubre, retiene y comparte. Como meteorólogo concienzudo de la realidad pinta postales -con forma de publicación- que muestran su infinidad de colores y matices y vuelan libres como cometas a disposición de todos.

    Por eso, hoy, 11.07.2021, hay mucho que festejar. Porque ese mundo tan vivo, tan rico, tan variado y tan compartido, que usted representa, sigue rodando y rodando. Y aunque este humilde presente solo sea simbólico, lleva un pedacito del corazón de todos sus acogidos, favorecidos y beneficiados -de bien-. Miles de miradas variadas, cientos de miles de besos de sabores y media tonelada de abrazos -sentidos y sinceros- le gritan y desean al unísono:

    ¡Feliz cumpleaños! Que sus anhelos se cumplan y la salud, la buena gente, la buena suerte, la alegría y el humor le acompañen siempre

    P.D. Las hojas que caen regresan a las raíces. Somos nuevos cada día que pasa.

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