Claves para ser feliz

Valoremos lo afortunados que somos

Me encuentro con un conocido, que en medio de la calle y a quemarropa, se me queja de la pensión que cobra (tiene mi edad y lleva jubilado por incapacidad cinco años –cuya razón desconozco, pero me consta que no le impide bailar, beber, conducir, ni por lo visto, quejarse-). Además critica al gobierno, se queja del tiempo atmosférico y hasta de un perro que pasea alguien a lo lejos, y de todo lo que se le ocurre. Por supuesto, no me preguntó por mi vida y posibles problemas… Se ve que con los suyos tiene bastantes.

Me dejó pensativo sobre la tendencial mirada al ombligo que tenemos el ser humano, y lo egoístas que somos al pensar negativamente con la que está cayendo: tornados terribles en Florida, matanzas en Ucrania, gente buscando trabajo desesperadamente, ancianos sin memoria, enormes listas de espera sanitaria, inmigrantes sin tener donde caerse vivos ni muertos, gente cuyos ingresos no alcanzan lo básico, etcétera.

Es curiosa la facilidad con la que encontramos motivos para sentirnos desafortunados, para decepcionarnos, para quejarnos… Olvidamos que vivir es un proyecto incierto, donde aguardan decepciones, fracasos y contratiempos, pero también alegrías y éxitos, con la gran ventaja de que somos los timoneles de nuestra vida y disponemos de la capacidad de reflexión y superación. Y es que, si no somos afortunados, si la suerte no llamó a nuestra puerta, si llegamos tarde al reparto de mentes o cuerpos, tenemos la capacidad de esforzarnos para salir del pozo, para tomar medidas, para saltar de la cama por la mañana con aplomo y buscar el camino, que no siempre es una línea recta, pero por el que con esfuerzo y confianza, siempre se avanza.

Recordé una frase de Woody Allen, quien en su habitual tono humorístico, decía cosas con trasfondo serio en boca del protagonista de Annie Hall (Alvy Singer):

La vida está dividida entre lo horrible y lo miserable. En esas dos categorías, y lo horrible son los enfermos incurables, los ciegos, los lisiados.. no sé cómo pueden soportar la vida. Me parece asombroso, y los miserables somos todos los demás. Así que al pasar por la vida deberíamos dar gracias por ser miserables, por tener la suerte de ser miserables.

Sin embargo, mucho más directa a la mente y al corazón, me parece la reflexión del biólogo Richard Dawkins, que demuestra que no deberíamos preocuparnos ni siquiera por la muerte:

Vamos a morir, y eso nos convierte en los afortunados. La mayoría de la gente no morirá nunca, porque no va a nacer nunca. La gente que podría haber estado en mi lugar, pero que, de hecho, nunca verá la luz del día, sobrepasa con creces el número de granos del desierto del Sahara. Sin duda, entre esos espíritus no nacidos hay poetas más grandes que Keats, científicos más grandes que Newton. Sabemos esto porque el conjunto de personas posibles que permite nuestro ADN supera de forma masiva al conjunto de las personas que existen. A pesar de esta abrumadoramente pequeña posibilidad, somos tú y yo, en nuestra vida ordinaria, quienes estamos aquí. Nosotros, los pocos privilegiados que ganamos la lotería de nacer contra todo pronóstico, ¿cómo nos atrevemos a lloriquear por nuestro inevitable regreso a ese estado previo del que la inmensa mayoría jamás escapó?”

La clave radica en tener la justa perspectiva para los problemas que se nos presentan. Si algo he aprendido en eso que se llama madurar, es a valorar más lo principal que lo accesorio, más lo permanente que lo pasajero, más lo auténtico que lo frívolo, más a las personas que a las cosas, y más la curiosidad intelectual que la conformidad con lo que se nos da por normal.

Pero muchos olvidan el estremecedor dato de que el 75 por ciento de personas del mundo no tienen las mínimas garantías de salud, educación, ni de almorzar diariamente. Personalmente, para convencerme de que soy afortunado, me basta con hacerme algunas preguntas:

¿Cuántos se cambiarían de piel y huesos conmigo, incluyendo mis dioptrías, dolores lumbares y malestares propios de la edad sin retorno? Quizá ancianos, enfermos, deformes, incapacitados…

¿Cuántos se teletransportarían de sus países, tribus o casas para cambiar su lugar de residencia por el mío? Quizá algunos ansiosos por escapar de guerras, miseria, catástrofes naturales, dictaduras de gobiernos, etcétera.

¿Cuántos se cambiarían por mí, con mis manías y culpas, incluso entregando juventud, por encontrarse en crisis personales sin presente ni futuro?

¿Cuántos cambiarían por mi limitada, pero valiosa vida social, su existencia solitaria y gris?

Me temo que habría muchísimos que harían un mal negocio, pues sería tan ruinoso para ellos, como ruin sería yo si lo aceptase, pero debo reconocer que soy afortunado. Vivo en un país con buen nivel de vida, con cultura y paisajes accesibles y asequibles, tengo una familia estupenda, un puñado de amigos fantástico, una mente inquieta, unos cientos de libros que me llevan a paraísos de goce, tiempo libre para derrochar, y algo realmente importante, veinte euros en el bolsillo para darme el gustazo de comprarme las pequeñas cosas cuando me da la gana, que son las que proporcionan las pequeñas gotas de felicidad que son auténtico café lloviendo en el campo de la vida.

Una vez que hemos conseguido considerarnos afortunados, toca sentirnos agradecidos. Es justo. Y ahora me voy a pasear, respirar y sentirme vivo…

6 comentarios

  1. Tiene usted toda la razón . Reconocer los regalos de la vida, agradecerlos, y en todo lo que podamos hacer algo por el bienestar del prójimo.

    Me gusta

  2. Hay personas que parecen haber venido al mundo para quejarse de vicio. Acaparan el lenguaje del lamento, conjugan el término desgracia en primera persona y sufren de victimismo crónico. Catastrofistas natos, distorsionan la realidad y culpan a los demás. Centran toda su atención en sí mismos y, si tienes la ingenuidad de hablarle de tus problemas, dejan colgadas tus palabras en la liana caída de tus labios pues, en comparación con la gravedad de los suyos, son auténticas minucias. Son una mezcla empeorada de Calimero y plañidera. Egoístas, negativos, verdugos de la alegría, apropiadores de energía y, en fin, perdón por la expresión, unos auténticos coñazos. Por eso, una huída a tiempo –como hacemos cuando nos tropezamos con avispas o medusas- es siempre una victoria.

    En el fondo son unos desgraciados. Han asumido el papel de dolientes formales y de mártires ufanos y se muestran incapaces de soñar ilusiones, vivir sueños, reírse de sí mismos y no tomarse demasiado en serio, saber disfrutar, apreciar las pequeñas cosas y, en resumidas cuentas, dar gracias a la vida y aprovechar su escaso tiempo. Sin embargo, por desgracia, vivimos en la sociedad de la victimización, donde para la gente es más cómodo ser víctimas que ponerse de pie por sí mismos –Marilyn Manson-.

    P.D. A la vida, como al amor de verdad, no se le puede traicionar o engañar.

    No sé si conocen la historia de los cantantes italianos Ornella Vanoni y Gino Paoli. Habían sido novios y su relación inspiró canciones tan maravillosas como Senza fine (aquí) que Paoli dedicó a su enamorada. Pero, había un problema. Gino estaba casado. Así que la Vanoni contrajo nupcias con otro por despecho. De nada sirvió que éste le pidiera que no lo hiciera y le amenazase con presentarse en su boda para cantar Senza fine (media Italia sabía que era una oda al amor clandestino que mantenían). El matrimonio fracasó estrepitosamente. La Vanoni nunca se perdonó por ello (“no debí presentarme, debía decir la verdad, hubiera sido más leal, todavía amaba a Gino”). Gino, que a pesar de su aspecto tristón y sufriente era todo un conquistador, acabó con otra mujer la entonces joven actriz Stefania Sandrelli que, finalmente, lo abandonó. Pasado el tiempo acabaron siendo amigos. Y hasta hicieron una gira titulada, irónicamente y sin victimismos, “¿Te acuerdas? No, no me acuerdo”.

    Le gusta a 1 persona

Gracias por comentar con el fin de mejorar

Introduce tus datos o haz clic en un icono para iniciar sesión:

Logo de WordPress.com

Estás comentando usando tu cuenta de WordPress.com. Salir /  Cambiar )

Imagen de Twitter

Estás comentando usando tu cuenta de Twitter. Salir /  Cambiar )

Foto de Facebook

Estás comentando usando tu cuenta de Facebook. Salir /  Cambiar )

Conectando a %s

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.

A %d blogueros les gusta esto: