Claves para ser feliz paz

La guerra en Ucrania no es una película pero merece final feliz

Ante los derroteros de la guerra en Ucrania, no paro de preguntarme si estoy soñando, y así lo desearía, aunque me temo que no soy el protagonista de una ilusión como el infortunado Truman en su película (Cesc Gay, 2015).

 Si fuese una película, me aterra que, como en La Rosa Púrpura del Cairo (Woody Allen, 1985) los protagonistas de la guerra salgan de la pantalla y la emprendan con los que somos atentos espectadores.

Pero ya que estoy en clave cinematográfica, me gustaría señalar que mi impresión de la presente guerra, ante la actuación de Rusia y la de la OTAN, me recuerda la escena de Rebelde sin causa (Nicholas Ray, 1955) en que James Dean y su rival, dos jóvenes impetuosos compiten en lo que llaman “el juego del gallina” para ver quien se atreve a mantenerse en el coche en dirección hacia un barranco, sabiendo que el primero que se tire del coche es un gallina. Y así veo que todos nos acercamos al barranco, olvidando que en este juego de la guerra, hasta los espectadores seremos arrastrados por la temeridad de los conductores.

En esa carrera, es difícil hacer pronósticos, pues no sé si en el “juego de la gallina” de Ucrania, están en juego los espolones o los huevos de los conductores. Dada mi desinformación, como la de la inmensa mayoría que se sienten informados (cuando lo único claro es el atropello, barbarie y tentativa de genocidio al pueblo ucraniano), indicaré mi deseo, con alusión a otra carrera de película.

Se trataría de Ben-Hur (William Wyler, 1959), concretamente de la escena en que el malvado romano Messala compite con el judío Ben-Hur en la carrera de cuadrigas en el Coliseo, y aquél hace trampa usando cuchillas en los laterales de la rueda que destrozan las ruedas de los carros próximos, e incluso llega a golpear a Ben-Hur con el látigo, pero amigos, nuestro héroe consigue agarrar el látigo y tira enérgicamente provocando la caída del carro del malvado. Un final feliz, como el que yo desearía en la contienda actual, en que Putin tras agotar sus malas artes, fuese víctima de las mismas.

Así que, y ahora pido perdón por mi mala sangre, como final alternativo desearía para el pérfido Putin, el final de otro frío criminal, Tony Montana, en “El precio del poder”(Brian de Palma, 1983). Se lo recuerdo: es acribillado a balazos y su cuerpo cae sobre una fuente de agua donde se encontraba su lema personal: «The world is yours» («El mundo es tuyo»).

Pero no debemos engañarnos… la realidad está ahí fuera. Si todos deseamos la paz, si estamos dispuestos a asumir el sacrificio que supondrá estar del «lado de los buenos» y si nuestros gobernantes hacen honor al cargo, creo que todo pasará y podremos reconstruir nuestro mundo en paz.

Mi personalísimo pronóstico es que existirá «sangre, sudor y lágrimas» en Ucrania, y como cada día que pasa, el desgaste en la población rusa es mayor, y mayor el órdago de violencia de Putin, su «muerte política» vendrá de las propias filas en un par de semanas. O sea, como acabaron los malignos emperadores de la antigua roma – Calígula, Domiciano, Cómodo), de sus hermanos de camada del poder soviético, y ello con el beneplácito de China. Un reajuste de posiciones y por fin, la paz.

Ojalá no me equivoque, amigos.

4 comentarios

  1. Algo hemos fallado, no en las previsiones sobre Putin, evidente tras invadir Georgia, Crimea y, ahora, Ucrania, sino desde que como un simple miembro de los servicios secretos rusos pudo acceder al poder, su trepidante y dudosa trayectoria con todos los ingredientes del género negro y de terror, capaz de hacer y deshacer oligarcas; de manipular elecciones; de permitir que sus adversarios políticos, o quien ose discrepar o criticarle, acabe en la cárcel o sea envenenado; de bombardear y masacrar a civiles, de amenazar con una guerra nuclear o biológica.
    Él no ha fallado, estábamos ante un iluminado sin escrúpulos ni límites que, con estos precedentes, ha pasado inadvertido y, lo que es peor, no haya encontrado con anterioridad una respuesta internacional de la contundencia de la actual, llega pero tarde.
    En fin, confiemos en la diplomacia, en los políticos para que hagan bien su trabajo y puedan parar todo este sufrimiento.

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  2. Me temo, José Ramón, siguiendo con referencias cinéfilas, que si Putin leyera su artículo le diría: «¿me estás hablando a mí?» (Taxi Driver). «Estoy exactamente donde quiero estar» (Olvídate de mí). No entiendo de personas sino de bandos (aunque uno sea el invasor y otro el invadido) y el mío es el bueno. Y, simultáneamente a mostrar una metralleta, concluiría: «saluda a mi pequeña amiga» (Scarface, Tony Montana).

    Ante ello «hay que seguir nadando» (Buscando a Nemo) porque «hasta la persona más pequeña puede cambiar el curso del futuro» (La Comunidad del Anillo)» y «una vida que niega la libertad no es vida» (Mar Adentro). Por eso, también, «allá donde haya alguien que luche por la libertad, mira en sus ojos mamá porque allí estaré yo «(Las uvas de la Ira).

    Hoy, tras leer la historia de Arnaud en un periódico, se me ha quebrado la esperanza. Arnaud es un abogado suizo de 37 años, que domina 9 idiomas y entiende 15 y colabora con la Cruz de Malta suiza. Es un «freelance» de la ayuda humanitaria no profesional (Siria, Líbano y ahora Ucrania). Vamos uno de esos que está de verdad para ayudar, tira de sus propios ahorros, da auxilio sobre el terreno y duerme en tiendas de campaña e incómodos sacos de dormir.

    Arnaud está casado -aunque ahora separado- con una rusa y es padre de Katja, una chica 17 años que vive en Ucrania, tiene la doble nacionalidad (rusa y ucraniana) y ha decidido luchar en el frente de Kiev. Aunque Arnaud, que es profundamente pacifista, ha intentado disuadirla y convencerla de que sería más útil viva que muerta, no lo ha conseguido. «Pero es su elección y la tengo que respetar. Estoy orgulloso de ella. Ya he llorado todo lo que tenía que llorar. Cuesta decirlo, pero estoy casí seguro de que va a morir. Ya me despedí de ella, en mi mente claro que espero que le vaya bien, pero creo que no la volverá a ver -sic-.»

    P.D. Katja se siente tan rusa como ucraniana, ve la guerra absurda -como todos- pero se decidió por los que no la iniciaron. Arnaud, dice que ya no es útil en la frontera de Polonia y Ucrania, porque hay voluntarios de sobra. ¿Saben donde se va a ir? Al otro lado, a Rusia. Donde también hay mucha gente sufriendo.

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