Claves para ser feliz

Sabemos poco y seguimos bailando con lobos

Ayer vi uno de los últimos estrenos cinematográficos de Netflix, “No mires arriba” (Don’t Look Up, 2019). El eje de la trama es el avistamiento por dos astrónomos de un cometa que se dirige hacia la tierra, que en seis meses impactará provocando la extinción de la vida.

No es otra película comercial más. Pocas películas tratan con humor algo grave, y cargadas de guiños y referencias actuales que provocan reflexiones. Por eso, me atrevo a recomendarla y compartir un breve comentario.

La tendencia como en toda película de catástrofes anunciadas es pensar que es una película que ya hemos visto: héroes anónimos, el zafarrancho de la casa blanca, los malvados oportunistas, suspense, gobiernos en zafarrancho… y final redondo.

Pues no, es una película que, al margen de las licencias cinematográficas (algunas graciosas y otras sin gracia, algunas genialidades y otras puras trivialidades), está a mi juicio cargada de mensajes para reflexionar. No es tan lineal ni simple como pudiera parecer.

No voy a hacer spoiler pero compartiré algunas reflexiones.

  • Pese a ser una evidente ficción, lo cierto es que en el año 2004 saltaron las alarmas del riesgo de impacto de un meteorito con consecuencias devastadoras, e incluso se puso en conocimiento del presidente Bush, aunque afortunadamente se detectó un error de cálculo con lo que el meteorito pasó de largo. Sin embargo, ahí queda la enseñanza. Quizá el cartero llame dos veces.
  • Para nuestros científicos hay consenso en que la extinción de los dinosaurios tuvo lugar hace 65 millones de años por el impacto de un meteorito, en México, que provocó una nube de polvo y ceniza que acabo con la vegetación y con la inmensa mayoría de la fauna, salvándose unos minúsculos animalitos de los que procede el ser humano. O sea, hay precedentes, a escala temporal geológica, pero los hay.
  • La película deja claro, mediante la hipérbole y la caricatura, que los políticos solo sirven a los votos y que intentan salvarse en cualquier situación, buscando cabezas de turco y persiguiendo su propio interés.
  • Asimismo, la película muestra que la mayoría de la generación que hemos disfrutado de internet y la que vive pendiente de las redes sociales, no se cree las noticias auténticas, no valora las advertencias científicas y tiende a juicios frívolos.
  • También salen mal parados los grandes empresarios guiados por el enriquecimiento desmedido, caiga quien caiga.

Además aunque la película se refiere a una catástrofe global, muestra la cadencia de reacciones propia de las amenazas locales, singulares o personales, pues si alguien es diagnosticado de una enfermedad letal, atraviesa similares actitudes a las planteadas ante aquella amenaza : primero, buscará segundas opiniones, luego intentará buscar soluciones, se esforzará en negar lo que no quiere aceptar, y finalmente no quedará más que aceptarlo.

Al final de la película (y ojo, después de los créditos finales ahí todavía un coletazo simpático, no se lo pierdan) podemos encerrar sus enseñanzas en dos mandamientos.

  • No sabemos nada y la información que se nos ofrece está manipulada, así que debemos adoptar una actitud de sana crítica.
  • El mundo es muy frágil y la incertidumbre acecha, sin que la ciencia tenga todas las respuestas, pero sí la menos mala de las respuestas. Como prueba ahí está la pandemia o la situación actual de la crisis de Ucrania, por no hablar de las erupciones y terremotos inesperados o algo tan preocupante de avance inexorable, con nuestra complicidad, como son los avances de la inteligencia artificial.

Así que, miremos hacia arriba, levantemos la vista de la pantalla y del placer momentáneo, y seamos conscientes de las amenazas mayores de cosas aparentemente menores, y aunque sea incómodo reconocerlas, reflexionemos y en la medida de lo posible reaccionemos.

Quizá atravesemos eso que se llama la noche oscura del alma, o íntima sensación de vacío, miedo y duda, pero tras la noche llega el día y la luz.

Buen fin de semana.

2 comentarios

  1. La incertidumbre es algo connatural al ser humano. Tan es así que el verdadero saber comienza allí donde empieza el ignorar. Pero es precisamente ese vértigo, que impide sobrepasar las fronteras físicas y metafísicas de la vida y el universo, el que, aún abrumándole, le da el impulso y la fuerza necesarios para poder estar en el mundo. Porque la vida para el ser humano es, en raíz y en esencia, misterio. Ese que calma con la melodía del encuentro entre las lágrimas del cielo y el suelo. Ese que asusta con el rugir destructivo de un ciclón o sobrecoge con el bramar salvaje y rabioso del océano. Ese que sobrepasa con la inmensidad infinita del cielo. Ese que nos hace tambalear con imprevistos vitales o crisis personales, económicas y de profesión o empleo. Ese que, según un estudio científico reciente, lleva a la gran mayoría de la población a no querer conocer cuándo va a fallecer aún pudiéndose predecir con gran antelación de tiempo.

    Querer saber es necesario para mejorar (como sociedad y como personas) y evitar que el mundo (el exterior y el personal) viva(n) en penumbra. Ahora bien, el saber por saber es solo curiosidad, el saber por ser reconocido es pura vanidad y el saber por ser rico es mero vacío. Solo el saber por aportar a los demás y el saber por amalgamar otros saberes son verdaderos saberes y permiten apuntalar el actual edificio en ruinas que es la humanidad. El cómo y por qué se ligan esos saberes y el qué se quiere conseguir ellos es lo verdaderamente importante.

    Diferenciaba el gran bailarín flamenco Antonio Gades entre zapatear y pisotear la tierra. Y aclaraba: la tierra no se pisotea, se le sacan sonidos acariciándola. Aquí está la clave. Con la fuerza somos capaces de arrancar ruidos (pisotear), pero incapaces de extraer sonidos y música (zapatear) a la vida (llegar a saber lo importante del mundo, el universo y la naturaleza humana). Sin respetarla, quererla, protegerla y mimarla no hay nada que hacer.

    P.D. Un tal Rafael Nadal acaba de dar una lección de lo que es saber zapatear la tierra en la lejana Australia (Campeón del Open Australiano 2022; vencedor de 21 Gran Slam). El misterio de la vida tiene, a veces, estas maravillosas lecciones y ejemplos. A falta de saber, lo escribo.

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